El legado digital se clasifica comúnmente en dos categorías: activos digitales y presencia digital
Imagina que estás planeando la música del funeral de un ser querido fallecido. No recuerdas su canción favorita, así que intentas iniciar sesión en su cuenta de Spotify.
Entonces te das cuenta de que el inicio de sesión de la cuenta es inaccesible, y con él se ha ido su historial personal de listas de reproducción de Spotify, análisis anuales y canciones favoritas seleccionadas para reflejar sus gustos, recuerdos e identidad.
Solemos pensar en la herencia en términos físicos: dinero, propiedades, pertenencias personales. Pero la enorme cantidad de material digital que acumulamos en vida y dejamos al morir es ahora igual de importante, y este "legado digital" probablemente sea más significativo.
Los legados digitales son cada vez más complejos y evolucionan. Incluyen elementos ya familiares como las redes sociales y las cuentas bancarias, junto con nuestras fotos, vídeos y mensajes almacenados. Pero también abarcan monedas virtuales, datos de seguimiento del comportamiento e incluso avatares generados por IA.
Estos datos digitales no solo son fundamentales para nuestra identidad digital en vida, sino también para nuestra herencia en el futuro. Entonces, ¿cómo podemos planificar adecuadamente su destino?
Una ventana a nuestras vidas
El legado digital se clasifica comúnmente en dos categorías: activos digitales y presencia digital.
Los activos digitales incluyen elementos con valor económico. Por ejemplo, nombres de dominio, cuentas financieras, redes sociales monetizadas, negocios en línea, monedas virtuales, bienes digitales y propiedad intelectual digital personal. El acceso a estos está distribuido entre plataformas, oculto tras contraseñas o restringido por leyes de privacidad.
La presencia digital incluye contenido sin valor monetario. Sin embargo, puede tener un gran significado personal. Por ejemplo, nuestras fotos y vídeos, perfiles en redes sociales, correos electrónicos o conversaciones de chat, y otro contenido archivado en la nube o en plataformas de servicios.
También hay datos que podrían no parecer contenido. Puede que ni siquiera parezcan pertenecernos. Esto incluye datos analíticos como los datos de seguimiento de aplicaciones de salud y bienestar. También incluye datos de comportamiento como la ubicación, el historial de búsquedas o de visualización, recopilados en plataformas como Google, Netflix y Spotify.
Estos datos revelan patrones en nuestras preferencias, pasiones y vida cotidiana que pueden tener un significado íntimo. Por ejemplo, saber qué música escuchaba un ser querido el día de su fallecimiento.
Los restos digitales ahora también incluyen mensajes póstumos programados o avatares generados por IA.
Todo esto plantea cuestiones prácticas y éticas sobre la identidad, la privacidad y el poder corporativo sobre nuestro más allá digital. ¿Quién tiene derecho a acceder, eliminar o transformar estos datos?
Planificación para tus restos digitales
Al igual que preparamos testamentos para nuestras posesiones físicas, debemos planificar nuestros restos digitales. Sin instrucciones claras, datos digitales importantes podrían perderse y quedar inaccesibles para nuestros seres queridos.
"En 2017, ayudé a desarrollar recomendaciones clave para planificar su legado digital [PDF]", dice Bjorn Nansen, Profesor Asociado, Facultad de Computación y Sistemas de Información de la Universidad de Melbourne. Estas incluyen:
• Crear un inventario de cuentas y activos, registrar nombres de usuario e información de inicio de sesión y, si es posible, descargar contenido personal para almacenamiento local.
• Especificar preferencias por escrito, dejando constancia de los deseos sobre qué contenido debe conservarse, eliminarse o compartirse, y con quién.
• Utilizar administradores de contraseñas para almacenar y compartir de forma segura el acceso a la información y las preferencias heredadas
• Designar un albacea digital que tenga autoridad legal para llevar a cabo tus deseos y preferencias de legado digital, idealmente con asesoramiento legal.
Utilizar funciones heredadas en plataformas disponibles, como Legacy Contact de Facebook, Inactive Account Manager de Google o Digital Legacy de Apple.
¿Qué pasa si tu ser querido no dejó un plan?
Estos pasos pueden parecer obvios. Sin embargo, los testamentos digitales siguen siendo poco comunes. Y sin ellos, gestionar el legado digital de una persona puede estar plagado de obstáculos legales y técnicos.
Los términos de servicio y las normas de privacidad de la plataforma suelen impedir el acceso a cualquier persona que no sea el titular de la cuenta. También pueden exigir documentación oficial, como un certificado de defunción, antes de conceder acceso limitado para descargar o cerrar una cuenta.
En tales casos, obtener acceso probablemente solo será posible mediante soluciones alternativas imperfectas, como buscar en línea rastros de la vida digital de alguien, intentar usar herramientas de recuperación de cuentas o revisar documentos personales para obtener información de inicio de sesión.
La necesidad de mejores estándares
Las políticas actuales de la plataforma tienen claras limitaciones para gestionar los legados digitales. Por ejemplo, son inconsistentes. Además, suelen limitarse a la conmemoración o la eliminación de cuentas.
Sin un marco de trabajo unificado, los proveedores de servicios suelen priorizar la privacidad de los datos sobre el acceso familiar. Las herramientas actuales priorizan el contenido visible, como perfiles o publicaciones. Sin embargo, excluyen datos de comportamiento menos visibles, pero igualmente valiosos (y a menudo más significativos), como los hábitos de escucha.
También pueden surgir problemas cuando los datos se eliminan de su plataforma original. Por ejemplo, las fotos de Facebook pueden perder su significado social y relacional sin sus hilos de comentarios, reacciones o interactividad asociados.
Mientras tanto, los usos emergentes de datos póstumos, en particular los avatares generados por IA, plantean cuestiones urgentes sobre la personalidad digital, la propiedad y los posibles daños. Estos "restos digitales" podrían almacenarse indefinidamente en servidores comerciales sin protocolos estándar de conservación ni derechos de usuario.
El resultado es una creciente tensión entre la propiedad personal y el control corporativo. Esto convierte el legado digital no solo en una cuestión de preocupación individual, sino también de gobernanza digital.
Standards Australia y la Comisión de Reforma Legislativa de Nueva Gales del Sur lo han reconocido. Ambas organizaciones están solicitando asesoramiento para desarrollar marcos de trabajo que aborden las inconsistencias en los estándares de las plataformas y el acceso de los usuarios.
Gestionar nuestro legado digital exige más que una simple previsión práctica. Exige una reflexión crítica sobre las infraestructuras y los valores que configuran nuestra vida digital.